Si la balanza dejara de pedir más o menos gramos,
y si el péndulo dejara de oscilar tan libremente cómo lo hace.
Y si la misteriosa deducción de nuestros caminos se hiciera trizas contra la insólita pregunta que nos auna.
Quizás sería el momento de pedir un entre tiempo, y liberarnos a nuestro propio juego.
Qué inútil sería el mismo sin tus sutilezas, o sin tu ingenio, y ni qué decir de tus besos...
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